Hola amigos virtuales.
Siento estar tan desconectada últimamente. Se acercan tiempos tormentosos para aquellos que intentan parecer estudiantes a la vez que fiesteros y amigos de la vagancia.
No es la primera vez que os pido algo.
Pero no huyáis, es taaaaan sencillo. Sólo tenéis que pasaros por esta entrada del blog Infectados y votar mi relato en esta 2º Edición de la Semana del Relato Zombie.
Concurso como "La hechicera del narguile" con el relato número 18.
Pero rápido, se me agota el tiempo.
Desde hoy día 16 de Mayo a las 19.30 horas hasta las 19:30 horas del día 18 de Mayo (hora española) se puede votar.
Y aquí os dejo mi relato, para quien guste :)
"Correr. No detenerse. Más rápido. No pararse. Sobrevivir. Sobrevivir a toda costa."
Los pensamientos de David se leen con claridad en su rostro descompuesto por el miedo, por el terror total. El mundo, según lo conocemos, ya no existe. Ha cambiado para siempre. En algún lugar de algún país, habían estado experimentando un virus altamente contagioso en animales.
Pero algo inesperado ocurrió.
Algo salió mal.
Quizá fue un simple descuido: alguien se dejó una puerta mal cerrada, midió mal el líquido de una vacuna, no se lavó las manos... Nadie lo sabía realmente, quizás sólamente el culpable y su culpabilidad. Pero la verdad es que ese virus se había cobrado ya, a millones de personas alrededor de todo el mundo.
David iba a ser el siguiente.
David se encontraba repantingado en el sofá de su piso de treinta y cinco metros cuadrados, viendo una película de terror, qué irónica era la vida, cuando interrumpieron la emisión con un comunicado especial... y urgente.
"Interrumpimos para informar de la propagación de un virus altamente contagioso. Aunque no nos han facilitado la suficiente información, podemos anunciar que se trata de un virus con el que estaban experimentando en un lugar que no nos ha sido facilitado, pero cerca de nuestro país. Durante la madrugada hubo un problema y el virus fue liberado. Dicho virus provoca en los humanos una reacción similar a la rabia de los animales. Transforma al ser humano en alguien sin consciencia, agresivo. El contacto con la sangre o la saliva puede ser fatal. Desde el gobierno se insiste en tomar precauciones con la mayor rapidez. Permanezcan en sus casas, cierren puertas y ventanas. Asegurennlas con todo lo que puedan. Y no abran a nadie que no responda con su propia descripción. La situación podría ser grave, no se lo tomen como una broma. Seguiremos informando."
Y se rompió la puerta. Un estruendo de cientos de astillas despertó, por fin, a David de su ensimismamiento. Se levantó con torpeza y salio hacia el pasillo. Lo que vio provocó que su corazón amenazara con arrancarle las cuerdas vocales. Tum-tum, tum-tum. Lo que tenía delante no era humano. Aunque parecía un humano encorvado que babeaba, los ojos decían otra cosa. Los ojos despedían locura, lejos de todo pensamiento racional. Y lo miraban. ¿Lo miraba de verdad? David dudaba de que esa cosa pudiera diferenciarle a él de cualquier otro mueble de la casa. David, con cautela, retrocedió un paso.
O al menos lo intentó, porque en cuando David comenzó a tensar sus músculos, aquel engendro se abalanzó sobre él, tirándolo al suelo.
Era increíblemente poderoso, David forcejeaba con él mientras intentaba, con todas las fuerzas que el espíritu de supervivencia le concedía, desprenderse de su abrazo. David oyó el crujido de una puerta y unos pasos.
-¿Te ocurre algo, David?
David dejó de sentir el peso del monstruo y aún en el suelo, tuvo la desgracia de ver cómo aquel horror de la naturaleza atacaba a su vecina. La mordió con brutalidad en el pecho. Pronto la sangre derramada hizo un charco en el suelo. La mirada de David emanaba pánico, horror.
Cuando el infectado terminó de deleitarse con la sangre y la carne de su inoportuna y desgraciada vecina, dejó que el cuerpo cayera. Un ruido sordo y David reaccionó. Sin darse la vuelta del todo corrió hacia el salón y cogió una silla de madera. Pudo oír cómo el ser se acercaba corriendo hacia él. Podía sentir su respiración acelerada, sus ansias dementes.
Se dio la vuelta y descargó su miedo y su ira a través de una silla, en la cabeza del monstruo. La silla se destrozó y el infectado, sólo se tambaleó. El instinto de supervivencia dirigió a David hacia el pasillo, el hueco de la puerta y escaleras abajo.
Saltaba los peldaños de dos en dos y de tres en tres. El ser lo siguió con tanta ímpetu que se cayó rodando y casi adelanta al propio David.
David pensó en llamar a la puerta de algún vecino. Pero se arriesgaba demasiado. Lo tomarían por un ladrón, un borracho o un loco y no lo dejarían pasar. Prefirió ir a su coche, ya que, tenía las llaves en su bolsillo, eventualidad que le sirvió de poco.
"Correr. No detenerse. Más rápido. No pararse. Sobrevivir. Sobrevivir a toda costa."
David no dejaba de repetirse lo mismo. Quería vivir. Era joven, apenas 26 años. Tenía tantos sueños, tantas esperanzas... No puedo evitar preguntarse la típica pregunta de estos casos: ¿Por qué a mi?
Su coche estaba aparcado a unos setenta metros de distancia. Su milla verde improvisada. El infectado cada vez estaba más cerca de su presa. Corría aparatosamente, con la cabeza hacia delante y con hilillos de babas y sangre manchando su barbilla.
David sentía el pútrido olor a sus espaldas. Su corazón atentaba contra su propia cordura y su respiración, sufría. Intentó sacar las llaves del pantalón, pero sus manos temblaban demasiado. Volvió a intentarlo.
Oyó unas hojas crujir. Y tuvo el tiempo justo de darse la vuelta y mirar horrorizados y descolocado a su asesino, que para su sorpresa, no era el infectado, sino una mujer vestida de policía. Le apuntó con una gran pistola a la cabeza y a sangre fría, disparó. Mientras se estrellaba contra la puerta de su coche, sus ojos sin vida pudieron ver cómo el ser que lo perseguía, acababa con la vida de su... asesina.
Perseguido por un engendro, asesinado por una servidora de la ley. El hombre es un lobo para el hombre. Y la era lobuna acababa de comenzar.
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